Nadia

Experiencia con una universitaria de 19 años…


Vivo en Barcelona, tengo 49 años, estoy casado, tengo un hijo que acaba de comenzar su segundo año en la universidad, un trabajo estable y sin muchos alicientes, aunque ya me está bien. Llevo una vida bastante acomodada y siempre estoy abierto, en lo que al sexo se refiere, a tener nuevas experiencias y más aún si es con alguna jovencita.

Estaba en el trabajo y era uno de esos días sin mucha actividad. Con mi mujer follo pero no tanto como me gustaría, así que siempre estoy bastante cachondo. Me metí en Telegram dentro de la sección de buscar gente que se encuentra en una ubicación cercana. 

Comencé a mirar el listado de nombres y fotos y apareció una imagen de una chica muy joven, con el pelo castaño largo, un piercing en la nariz, ojos miel y labios muy carnosos.

Recuerdo que estuve mirando su foto durante varios minutos. Era una chica bastante guapetona, diferente a lo que estoy acostumbrado a encontrarme. 

Abrí un chat privado con ella con un mensaje que decía algo parecido a: “Hola, bonita foto de perfil. Me encantaría conocerte”. No tenía ninguna esperanza de que siquiera llegase a contestar pero al día siguiente recibí su respuesta que decía: “¿Quién eres? ¿Nos conocemos?”. 

Le respondí que era un hombre impactado por su belleza, sin revelar quién era. Ella me siguió el juego y el hecho es que llegamos a establecer un intercambio de mensajes bastante fluido. Animado por su receptividad y creyendo que tenía alguna posibilidad de llegar a conocerla en persona, le propuse quedar para conocernos, tomar algo y charlar. Sorprendente mente, después de darme largas durante varias semanas, un día me dijo que aceptaba la invitación que le había hecho y que le gustaría conocerme en persona porque le parecía un hombre interesante.

Quedamos un día entresemana, la mañana de un martes de julio y me dijo que la fuese a buscar a una de las estaciones del Rodalies. Cuando la identifiqué por la foto de perfil de Telegram, no pude evitar fijarme en su aspecto. Llevaba un body verdoso super ceñido, que marcaba sobremanera los labios vaginales, un culo muy respingón realzado por los hilos del tanga que se hacían notar a través de la tela del body y unas tetas pequeñas pero muy puntiagudas (-luego descubriría un piercing en ambos pezones-). El primer pensamiento que me vino a la cabeza fue de puro deseo, tenía que follármela sí o sí.

La chica me vio, caminó hacia el coche con unos andares que favorecían el movimiento de su culazo y las miradas lascivas de los taxistas que estaban en la parada a la espera de algún cliente. Entró en el coche y me saludó con un hola, soy Nadia y dos besos muy cerca de la comisura de los labios. Madre mía, vaya pedazo de hembra. Mi polla empezó ha hincharse y puse el coche en marcha.

Comenzamos a hablar sobre temas intrascendentes como el insoportable calor, el tiempo que hacia que no paraba en esa estación del Rodalies, sus estudios ... hasta que llegamos a la puerta del parking de casa. En ese momento, la miré de reojo y vi como se ponía recta, bien erguida y se mordía el labio inferior. Parecía una buena señal de lo que podía llegar a suceder.

Aparqué el coche y como mi plaza de garaje está bastante escondida de las miradas de otros vecinos, me acerqué a Nadia y comenzamos a besarnos, lentamente y recreándonos en el cruce de las lenguas, acariciando su cara, oliendo su cuello y tocando sus pequeñas tetas por encima de la tela del body. En ese momento, me percarté que tenía ambos pezones coronados por un piercing. Me puso todavía más cachondo cuando le pellizqué uno de ellos y me dijo que tenía las tetas super sensibles y que le encantaba que se las chupasen y jugasen con sus pezones. Aparté la tela del body y mirándola a los ojos comencé a chupar sus pezones de forma alterna. Nadia echaba su cabeza hacia atrás, y con una una mano me acariciaba la cabeza y la otra la puso en su coño y separó las piernas. Me encantaba su olor, sus gemidos, la mirada lasciva, los respingos al mordisquearle los pezones y sobre todo como se tocaba el coño hundiendo los dedos en la entrada de la vagina aun con el tanga y el body puesto.

No sé cuánto tiempo pasó, calculo que no más de 10 ó 15 minutos, y le propuse subir a casa para estar más cómodos.

Una vez que entramos en casa, volvimos a comernos la boca con pasión, parecíamos dos animales en celo. La llevé hasta el espejo de cuerpo entero del recibidor y así mientras intercambiábamos lametones, podía ver el maravilloso culo de Nadia a la vez que lo estrujaba con mis manos. El cuerpo a cuerpo nos estaba calentando sobremanera y comenzamos a desnudarnos el uno al otro. Cuando la tuve solamente con el tanga blanco, el triángulo de tela que tapaba el coño completamente empapado y el reflejo en el espejo de sus cachetes del culo, me arrodillé y le hice apoyar una pierna sobre una escultura, a la que hasta ese momento nunca había encontrado utilidad alguna, para poder así tener una mejor visión y acceso al coño. Puse mi cara a escasos centrímetros de su coño y comenzaron a llegarme el olor intenso de sus flujos. Con mi nariz y mis labios haciendo un masaje en el zona, Nadia me cogió la cabeza con las dos manos, y me la restregó con el triángulo del tanga. Me afané en chupar la tela que con la mezcla de saliva y flujos ya transparentaba perfectamente la rajita del coño. Uhmmm, me estaba dando todo un atracón de flujos, sudor y también algún salivazo que se echaba en la mano y luego lo restregaba por el triángulo y me hacía chuparle los restos de la mano con la lengua.

En esos momentos, mi rabo ya estaba en su máximo esplendor, tieso como un plátano macho, con el glande escurriendo algo de precum y deseoso de explorar la vagina de Nadia. Por sus muslos escurrían los flujos vaginales y yo me entregaba en devorarle el coño con todas mis ganas, alternando la lengua en el clítoris, recorriendo sus labios, metiendo los dedos y dando algún buen lametón al orificio del culo. La mezcla de sabores era brutal y le costaba mantenerse en pie. Se apoyaba en la pared para no perder el equilibrio y di las gracias en silencio a la ausencia de los vecinos de enfrente por los gemidos de mi joven invitada.

Nos fuimos hacia la cama mirándonos con los ojos inyectados en puro deseo y me dejó sorprendido porque estiraba de mi, agarrándome del rabo como si fuera una correa y yo un perro. Obviamente, no me costó nada, seguir a mi ama.

Se tumbó a los pies de la cama con las piernas abiertas, pellizcándose los pezones, mordiéndose los labios y diciéndome que le comiese el coño un buen rato antes de metérsela. “Quiero que me hagas correr con tu lengua, cabrón”. “Uhmmm, me encanta que me lo pidas así, tan puta”.

El hecho es que me amorré a su coño y me empeñé con especial interés en lamer y chupar su clítoris, meterle varios dedos de una mano por el coño y algún otro por el culo. Nadia, de vez en cuando, me sujetaba la cabeza para que no la despegase de su coño y la apretaba contra su clítoris mientras cerraba las piernas y me dejaba totalmente atrapado. Así estuvimos un largo rato, entre gemidos constantes, insultos de todo tipo, frotando el clítoris con mi lengua mientras se estrujaba los pezones como si quisiera ordeñárselos, hasta que llegó al orgasmo finalmente con un par de dedos metidos en el culo.

Cuando se corrió nos abrazamos y me mordisqueó el lóbulo de una oreja de manera muy sensual. Yo seguía con mi polla como una estaca y la introduje en su coño y Nadia con el placer que le había producido la corrida, me pidió que no se la sacase y que empezase a bombearla... comencé a empotrarla poco a poco mientras nos comíamos las bocas con muchísimo deseo. Tenía mis codos apoyados en la cama, a Nadia debajo, rodeándome con sus piernas pero con el espacio suficiente para hacerle embestidas muy cortas. Fui incrementado el ritmo hasta que abrió completamente las piernas, sujetándoselas con las manos, lo cual me daba un primer plano de como entraba mi rabo, una y otra vez, sin llegar a salir en ningún momento. Parecía el pistón de un motor incrementando las revoluciones.

Así debimos de estar un buen rato, gimiendo, devorándonos a besos, incrementado la excitación, si es que eso fue posible, con las típicas frases: “dame más, cabrón”, “la quiero más fuerte”, “no pares”, “claro, puta”, “tómala toda”, “qué puta eres”, ...

Llegó el momento en el que Nadia dijo que estaba llegando al orgasmo y me pidió que le diese más rápido, se quería correr y llenarse de placer. Hice todo lo que pude y comenzó a gritar diciendo “me corro”, “me estoy corriendo”... “joder, qué puto placer tengo”. Me había vuelto a atrapar con sus piernas, convertidas en esposas, y no estaba dispuesta a aflojarlas hasta que terminase de correrse.

Noté un chapoteo tipo charco y eso me hizo buscar mi propia corrida. Aumenté hasta no poder más el bombeado en el coño de Nadia, ya con las piernas más relajadas y dejándome espacio para subir más las caderas y hacer que mis empotradas fuesen más fuertes. Con un “córrete dentro, cabrón”, “quiero que me llenes bien de leche”, “no te dejes nada”, “dámela toda”, ... consiguió un corridón de al menos 15 segundos, que rezumaba por su culo, las sábanas, y se mezclaba pegajosamente con mi vello... buff, el placer había sido tan intenso que no pude más que dejarme caer encima, sudoroso, extenuado, como si hubiera terminado una maratón.

Descansamos un rato, hablando, riéndonos y volvimos a excitarnos al poco tiempo... aunque, eso ya será objeto de otro relato y quizá también los siguientes encuentros que he tenido con esta apasionada universitaria.

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